lunes, 12 de junio de 2023

El día repetido de Daniela Urrea Ladino

A lo lejos se escuchaba la estampida de carros como frecuencia de radio, los pájaros adornaban el sonido. Era tan frecuente el ruido que casi lo di por un sonido que estaba instaurado en mi cabeza. Recuerdo haberme levantado esa mañana con la sensación de estar repitiendo el día anterior. Las personas que habitaban las calles, las personas que pasaban somnolientas, y el ruido de los carros a lo lejos, esas cosas me hacían pensar que aquel día era una repetición exacta del anterior. ¿Cómo salir de la duda que estaba empezando a atormentarme?, quizá, pensé, que en la rutina habitual del día encontraría pruebas necesarias para salir de la duda. Mientras esperaba el bus, que llegó con 15 minutos de retraso, cosa que pasaba sin falta, vi a las personas que dentro estaban apretadas unas contra otras, sin espacio como para dejar pasar el viento que entraban por las ventanas, y eso me generaba un sentimiento de horror y lástima, porque aquello era lo que siempre tenía que presenciar e incluso vivir cada día para llegar a mi destino. Decidí caminar. Eran 40 minutos para llegar, tenía el tiempo suficiente para hacerlo. La ruta comenzaba pasando por debajo de un puente cuyo lugar estaba habitado por personas en situación de calle. Recordaba que antes el lugar era desolado, lugar habitado solo por roedores que con el tiempo las personas fueron creando un lugar social para compartir sus adicciones y pasiones, así lo veía yo, y pensaba que era injusto que el repetir de los días condenara, tal vez, a estas personas a vivir de esa manera. Todo era exactamente igual, las casas, las calles, las personas, la vida, todo se resumía al movimiento de cuerpos cansados y sucios que sin conocerlos, sabía que iban a parar a un trabajo que los abatía más que la repetición misma. Esta angustia me revolcaba los sentidos, necesitaba saber que era verdad mi sospecha, era un sentimiento más de reconocer que no estaba en la locura de los pensamientos liberados, que de temor por repetir sin descanso la vida que era impuesta, creía que habituarme a la rutina de los días repetidos, era más fácil que saber que mis pensamientos, ajenos a la razón, me habían llevado a una historia falsa que se creó bajo imágenes de la realidad que pasaba por mis ojos. Llegué por fin, entrar a mi lugar de destino era cómo salir del peso de la vida, de la realidad de las calles y de la gente. El ruido de los carros a lo lejos era como una frecuencia parecida al del movimiento del agua por las piedras. Era una traición, concluí, la repetición de los días me premiaba a mí con un descanso y una frecuencia natural del sonido del agua, mientras que a otras, el ruido de las máquinas, de la gente, los sometía a la violencia con que el tiberio irrumpía la privacidad de sus pensamientos y de su tranquilidad. El sentimiento de la repetición de los días, acabó. Pues, era más injusto pensar en la condición eterna de la intranquilidad de estas personas, que la de saber que mis pensamientos una vez más me habían traicionado.

 

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