El más sabio de todos. Dedicado a la memoria perdida de mi padre de Sara Sofia Reyes Villamil

Abro los ojos, está oscuro, estoy solo, quiero algo ¿Qué será? entre la oscuridad aparece un ángel ¿Quieres ir al baño? dice; entro y salgo del baño. Necesito zapatos, realmente los necesito al menos uno o tres pares, alguien me entra un par, le sonrió, ahora que no necesito nada puedo ir a hablar con el señor que siempre me imita y está ahí colgado en la pared, es un buen señor, casi no responde pero es mi amigo, me acompaña a todas partes. Hablo un rato con él y luego voy a sentarme a escuchar a las miles de cosas y personas extrañas que se mueven en la pared, los puedo apagar y encender a mi antojo una y otra vez y nunca me reclaman por ello.

Mientras escucho a personas hablar miles de incoherencias me es inevitable dejar de pensar en todas las muertes que vi, toda la injusticia que presencié y que con esfuerzo en vano no pude evitar que no ocurrieran, la tristeza de toda una vida recae en un solo pensamiento, mientras tanto, mis ojos emanan dolor, la agonía de mi corazón enfermo no puede soportar más y me obliga a derribarme en el suelo, alguien me extiende la mano, abre el puño, saca una pepita y me pide tomarla. Todos me dicen " estas en en casa", son unos demente, yo reconocería muy bien mi casa aunque estuviera a leguas de distancia, trato de huir de alguno manera y solo puedo gritar, lloro con todas mis fuerzas para que alguien me auxilie, no encuentro la salida, abro puertas ninguna me lleva a mi casa, agarro una manija más, encontré la puerta que necesito; observo detenidamente como se arrincona ahí en la cama. Se que tenerme paciencia no es una tarea fácil si sólo recuerdas lo que algún día fui, pero esta labor será la más dócil que hagas si comprendes que el recuerdo más doloroso que tengo es que no recuerdo nada; se que te quiero pero no sé por qué, no sé quién eres, no sé qué haces aquí, pero sé que me acompañas y espero siempre lo hagas. Deja de llorar, yo no he hecho algo malo, ninguno de mis actos pretenden arrancarte las lágrimas que brotan de tus ojos, sin embargo cada vez que trato de volver a ser yo acaudalas la habitación de llanto y dolor. Esto y miles de pensamientos más pasan por mi mente constantemente; mi alma me pide vehementemente que los diga, pero mi cerebro me juega una mala pasada, un esfuerzo inútil porque no recuerdo ninguna palabra que sea capaz de emanar de mi boca, la dicha de la palabra dicha la he perdido, ahora tengo silencio y desolación, los cuales serían tortuosos sin tu compañía; hago todo mi esfuerzo para decir lo que siento, pero la única palabra que consigo pronunciar es “hija”, no sé muy bien que dije ni por qué lo dije pero tu tristeza se transformó en alegría y tus lágrimas en una sonrisa. Ahora sé lo que debía de saber, eres mi hija y solo espero nunca olvidarme de ello, porque para mi hija siempre seré el más sabio de todos.