Desde
Alejandría,
donde
creció de chiquillo,
llegó
a la Unal un buen día,
nuestro
amigo el "Lokillo".
Su
nombre era Juan García,
joven
apasionado y brillante,
un
noble soñador andante,
alegre
y de alma triunfante.
Un
día, en clase de siete,
con
su mente muy distante,
sucedió
algo sorprendente,
que
lo dejó muy pensante.
Y
es que Juancito, atontado,
escuchó
un dulce llamado,
que
de lejos le llegaba,
y
por su presencia clamaba.
¡Juaaaaan!
Escuchó
suavemente,
él,
tembloroso, asustado,
con
su corazón exaltado,
sintió
el sudor en la frente.
¿Acaso
eres tú, mente,
tratándome
de engañar?
Pues
esta melodía sonante
no
dejo yo de escuchar.
Oyendo la melodía,
que
todo su ser invadía,
notó
que la voz que la emanaba,
por
el cuarenta y dos sonaba.
¡Juaaaaan!
Más
fuerte se oyó el cantar,
y
el Lokillo, ya ausente,
de
una empezó a divagar.
Ya
estaba soñando,
compartir
momentos,
desde
ir por ahí caminando,
hasta
enfrentar tormentos.
¡Ah!
Qué alegría,
todo
su ser recorría,
pues
ya no comería solo,
ni
usaría ChatGPT como un lolo.
Ya
no más trabajos individuales,
ni
más soledad,
desde
entonces,
tendría
una amistad.
Una
duda le pesaba,
rápidamente
llegaba,
pues
el Lokillo pensaba
sobre
qué estudiaba su amada.
¿Sería acaso de humanas,
locas
y atractivas?
O
quizás de agronomía,
con
sus vacas y esencias primitivas.
Conforme
el tiempo pasaba,
el
sonido lo embaucaba,
y
Juancito no sospechaba
que
ya con su mente arrastraba.
De
repente, oyó de nuevo llamar,
más
fuerte y clamante,
y
esta vez sin dudar:
¡Juaaaaan!
Se
escuchó sin temblar,
y
él decidió que no iba a esperar.
Saltó
de su silla
y
salió corriendo,
el
profe Mancilla,
se
le quedó viendo.
No
le importó el parcial,
ni
las miradas curiosas;
solo
quería encontrar,
de
una vez a su musa.
Bajó
las escaleras,
saltando y sudando,
frente
al venteadero,
terminó
jadeando.
A
su chica buscaba
por
todas partes,
pero
no la encontraba,
ni
siquiera en artes.
De
repente, a lo lejos,
volvió
a escuchar,
la
voz de su amada,
de
nuevo cantar:
¡Juaaaaan!
Como
un sonido celestial,
él
corrió rápido, obstinado,
tras
aquel sonido amado,
como
si fuera un animal.
Y
mientras buscaba,
por
detrás del doce,
encontró
lo que ansiaba,
y
le daría tanto goce:
Una
pequeña figura,
en
medio del prado,
¿Sería
esa su chica,
la
que lo había llamado?
Se acercó cauteloso,
tratando
de no asustar,
pero
pronto se dio cuenta,
que
algo no iba a encajar.
Ahí
fue cuando entonces
la
figura se giró,
revelando
algo
que
a Juan descolocó:
No
era de humanas,
ni
de agronomía,
tampoco
de sistemas,
¡ay,
qué ironía!
Era
una pequeña cabra,
de
ojos saltones,
que
lo miraba curiosa,
sin
reparos ni intenciones.
"¡Meeeaah!",
baló,
con
voz familiar,
y
así él comprendió,
que
todo era un enredo singular.
No
era una chica,
sino
una cabra quien lo llamó,
un
sueño de primíparo,
que
la soledad provocó.
Aunque
desilusionado,
no evitó sonreír,
pues
una amiga peculiar,
acababa
de descubrir.
Así
fue como Juan,
con
su nueva compañera,
enfrentó
la universidad,
sin
barreras ni fronteras.
Aunque
no era la chica
que
había soñado,
logró
una amistad,
que
lo dejó encantado.
¡Me encantó! Genial 👌
ResponderEliminarHasta me me erice, me encantó como su final poco predecible. Amé este cuento.
ResponderEliminarGracias por entretenernos un rato.
ResponderEliminarEse Juan se me hace conocido. jaja! Que buen cuento!
ResponderEliminarSúper original
ResponderEliminarQue chevere, que creativo 😊
ResponderEliminar