lunes, 12 de junio de 2023

Juan García - Stiven Arrubla Silva

Desde Alejandría,

donde creció de chiquillo,

llegó a la Unal un buen día,

nuestro amigo el "Lokillo".


Su nombre era Juan García,

joven apasionado y brillante,

un noble soñador andante,

alegre y de alma triunfante.


Un día, en clase de siete,

con su mente muy distante,

sucedió algo sorprendente,

que lo dejó muy pensante.


Y es que Juancito, atontado,

escuchó un dulce llamado,

que de lejos le llegaba,

y por su presencia clamaba.


¡Juaaaaan!


Escuchó suavemente,

él, tembloroso, asustado,

con su corazón exaltado,

sintió el sudor en la frente.


¿Acaso eres tú, mente,

tratándome de engañar?

Pues esta melodía sonante

no dejo yo de escuchar.


Oyendo la melodía,

que todo su ser invadía,

notó que la voz que la emanaba,

por el cuarenta y dos sonaba.


¡Juaaaaan!


Más fuerte se oyó el cantar,

y el Lokillo, ya ausente,

de una empezó a divagar.


Ya estaba soñando,

compartir momentos,

desde ir por ahí caminando,

hasta enfrentar tormentos.


¡Ah! Qué alegría,

todo su ser recorría,

pues ya no comería solo,

ni usaría ChatGPT como un lolo.


Ya no más trabajos individuales,

ni más soledad,

desde entonces,

tendría una amistad.


Una duda le pesaba,

rápidamente llegaba,

pues el Lokillo pensaba

sobre qué estudiaba su amada.


¿Sería acaso de humanas,

locas y atractivas?

O quizás de agronomía,

con sus vacas y esencias primitivas.


Conforme el tiempo pasaba,

el sonido lo embaucaba,

y Juancito no sospechaba

que ya con su mente arrastraba.


De repente, oyó de nuevo llamar,

más fuerte y clamante,

y esta vez sin dudar:


¡Juaaaaan!


Se escuchó sin temblar,

y él decidió que no iba a esperar.


Saltó de su silla

y salió corriendo,

el profe Mancilla,

se le quedó viendo.


No le importó el parcial,

ni las miradas curiosas;

solo quería encontrar,

de una vez a su musa.


Bajó las escaleras,

saltando y sudando,

frente al venteadero,

terminó jadeando.


A su chica buscaba

por todas partes,

pero no la encontraba,

ni siquiera en artes.


De repente, a lo lejos,

volvió a escuchar,

la voz de su amada,

de nuevo cantar:


¡Juaaaaan!


Como un sonido celestial,

él corrió rápido, obstinado,

tras aquel sonido amado,

como si fuera un animal.


Y mientras buscaba,

por detrás del doce,

encontró lo que ansiaba,

y le daría tanto goce:


Una pequeña figura,

en medio del prado,

¿Sería esa su chica,

la que lo había llamado?


Se acercó cauteloso,

tratando de no asustar,

pero pronto se dio cuenta,

que algo no iba a encajar.


Ahí fue cuando entonces

la figura se giró,

revelando algo

que a Juan descolocó:


No era de humanas,

ni de agronomía,

tampoco de sistemas,

¡ay, qué ironía!


Era una pequeña cabra,

de ojos saltones,

que lo miraba curiosa,

sin reparos ni intenciones.


"¡Meeeaah!", baló,

con voz familiar,

y así él comprendió,

que todo era un enredo singular.


No era una chica,

sino una cabra quien lo llamó,

un sueño de primíparo,

que la soledad provocó.


Aunque desilusionado,

no evitó sonreír,

pues una amiga peculiar,

acababa de descubrir.


Así fue como Juan,

con su nueva compañera,

enfrentó la universidad,

sin barreras ni fronteras.


Aunque no era la chica

que había soñado,

logró una amistad,

que lo dejó encantado.

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