“la gente só leva daqui o
amor que deu e recebeu”
Un día como todos, la chef Tina, busca
un buen lugar que le permita disfrutar su almuerzo, un buen aperitivo, preparado por sus manos,
siempre trata que el almuerzo sea ese momento para desconectarse, sin querer al
terminar, se le queda algo dentro de los
dientes y con la punta de la lengua trata de moverlo varias veces y no lo
logra, insiste y como si estuviera en éxtasis empuja y empuja, pero por qué no
hacerlo con un palillo de dientes, pensaba, no… porque es adictivo el hacerlo
con la punta de la lengua, empuja y empuja, pasaron los minutos, el inicio
nuevamente de labores y en su mente el pedazo de comida que tenía entre los
dientes.
Ocupada en hacer su mejor
servicio para los clientes que visitaban su restaurante, Tina trata de
concentrarse, pero a medida que avanzaba el tiempo su gran interés era al
terminar el día volver a ensimismarse en su único objetivo, tratar de retirar
el pedazo de comida que se le había quedado entre los dientes, transcurren tres
horas arduas de trabajo, pero miraba el reloj lento, injusto a su parecer, y poco
cómplice, la jornada terminaba entre las cuatro y cinco de la tarde, faltaban
dos largas horas, sus compañeros de labores, advierten un descuido en cada uno
de sus platos, repetía órdenes y no era ágil en el servicio y le preguntan ¿qué
pasa? y responde tengo en mi mente un pasatiempo
al terminar la jornada, la respuesta inquieta a todos, pues pocas veces Tina se
divertía, sin embargo, volvieron a su quehacer, pero Tina se rehusaba a dejar
de pensar en lo que la punta de su lengua empujaba cada vez que podía.
Al terminar su jornada sirve un
buen vino, busca un lugar alejado que le permita sumergirse en su labor, despacio,
pausado, lento, en un desgaste de energía cómoda y placentera, sube y baja la
punta de su lengua, empuja y empuja, y cuando al fin logra retirar el pedazo,
vuelve a pasar la punta de su lengua con la esperanza de no haberlo logrado y
seguir empujando y empujando…
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