No debería estar aquí y más
cuando sus padres pudieron ser mis hijos. Labraré y labraré en este espacio
hasta que mis uñas se quebranten, y tú, ser despreciable, teñirás de oscuro azabache
mis cabellos blancos y alisarás las arrugas de mi rostro.
“¿Hasta que tus uñas se quebranten? ¡Ja! Para eso no faltará mucho”
Enterré partes de mi cuerpo en uno
de los jardines al lado del grisáceo edificio y aunque nadie de mi familia vino
a recoger los restos, no pude evitar sonreír cuando salí lleno de pantano y apunté
hacia el cielo. Y todos me observaron asustados cuando ingresé por esas puertas
con el cuerpo desnudo lleno de fango, con las pieles acabadas y el rostro de
noventa y pico de años.
-¿Le ayudo en algo, señor? ¿Se ha
perdido?- Preguntó el hombre en la pizarra
- ¿Es esta la clase de Cálculo 1?- Pregunté inseguro y un poco avergonzado.
Más tú insistías que mi cabeza
era de chorlito, choclitos y chocolitos. “No hay sino maíz, fósil inútil” Y te burlabas
saltando y presumiendo tu destreza que yo no poseía ya que mis ancianas piernas
no lo permitían.
Sin embargo, estos jóvenes curiosos
se reunían alrededor mío y preguntaban si era el abuelo de alguno de los
estudiantes. -No, mis queridos, pero si fui su padre-. Se alejaban extrañados
porque no le conocían… Tal vez porque había muerto hace muchos años.
“Ríndete y vuelve a ese hueco, ya han pasado tus años buenos. Ahora el geriátrico te espera con los brazos abiertos” “Que todo sueño se deshizo en tus manchas, en el aliento fétido y los dientes perdidos”
Y al instante, con solo abrir la puerta del conocimiento, el fango fue resbalando y mis arrugas desapareciendo… ¡Ya podía ver de lejos!, mi espalda no chirriaba pero mi cabello con canas permanecía.
¿Sabes qué, ser despreciable? No me
tiñas de negro brillante que mi sola blancura te terminó encegueciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario