lunes, 12 de junio de 2023

El silencio que callaron las bestias de Luis Felipe Castaño Tenorio

Ya es tarde y mi papá se va a enojar – pensaba –

Me van a regañar – se imaginaba -

Estamos lejos de la casa – se decía –

¿Adónde iremos? – se preguntaba –

Malditos, malditos arrogantes que se creen dueño del mundo, de la verdad, de todo, los odio y seguro me van a matar.

Tengo hambre, maldita sea. ¿Para que salí? si me hubiese quedado en la casa ya estaría comiendo, seguro mi mamá hizo guiso de gallina. Yo la vi en la tarde cuando cogía una del patio y la amarraba en la troja, a que esperara el cuchillo degollador que la mataría, trágica similitud conmigo que voy amarrado al mismo destino.

Debo escaparme, correr, correr hasta que las piernas no me den más, prefiero morir de cansancio y no que me maten estos cobardes hijueputas.

 Es muy riesgoso, sí, pero igual me van a matar. Debo decidir rápido. No me quiero morir, no quiero.

Quiero ver las tardes, caminar los caminos, nadar las aguas, sentir el sol, vivir. Extraño todo y ahora recuerdo todo. Quiero llorar, pero no puedo. Nunca había sentido esto; en las piernas, en el estómago.

Casi no veo, ya es de noche, es oscuro, no veo nada, este silencio es cada vez más profundo…

De repente, un sonido duro que no escuchó y una oscuridad eterna que lo arropó callaron a Francisco Juan, que a sus 17 años jamás habló y nunca escuchó más allá de sus pensamientos, ruidosos a mas no poder, hasta que unas bestias los calló para siempre, por la razón estúpida de no responder una pregunta que le era imposible escuchar.

 

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