Alba vive en una casa muy revoltosa, es una
casa pequeñita y ruidosa, y es que Alba no vive sola, la acompañan la
frustración, la soledad, la culpa, el miedo y la ansiedad. Todos los días la
culpa entra en la habitación de Alba haciendo ruido, y la pobre que no había
pegado un ojo en toda la noche no se salva, porque doña culpa le hala los pies
para que le pueda rendir el día, o no habrá quien pueda con todas esas
responsabilidades. Alba se para de la cama para entrar a la ducha, el agua
caliente le cae sobre la cara pero no es capaz de cerrar los ojos porque el
miedo se le pone detrás. Camina a la cocina después de vestirse, allí está la
frustración quién la mira atenta, toma la canasta de huevos y rompe uno sobre
la sartén, luego otro, que también sale bien y siente alivio, hasta que uno de
ellos se cae y estrella contra el suelo haciendo un desastre, "¡Qué
calamidad!" exclamó la frustración recordando que nada le sale bien
últimamente, ni siquiera sirve para cocinar. Agotada, abandona la idea de
desayunar y se va corriendo a su cuarto, en la cama está la soledad,
esperándola con los brazos abiertos, Alba se acurruca, pero soledad le recuerda
que nadie vendrá por ella, hasta que la ansiedad hace presencia y le pide que
deje todo en sus manos. Alba suspira, sabiendo que ha llegado lo peor, sus
compañeros gritan más fuerte, todos al unisonó, que está perdiendo el tiempo
por no hacer nada, que es incapaz. Desde su interior siente como la amedrenta
la tristeza, Alba grita con todas sus fuerzas hasta que se queda sin aire,
patalea y chilla hasta que no le quedan lágrimas que llorar, ni enojo, ni
miedos por los cuales gritar y entonces, un toque en la puerta de la casa la
hace levantar la mirada. En la entrada asomaba la calma, detrás venía la
tranquilidad y así más pensamientos positivos fueron mudándose a la casa. La
aceptación llegó unos días después a visitar a Alba para preguntarle si podría
quedarse a vivir en su casa pero esta algo molesta confesó que no todos los que
debían irse se habían marchado, "No todos los malos pensamientos se irán,
ni siempre tendremos nosotros los buenos el mando, pero tienes que aceptarnos a
todos porque sin el uno no vivirá el otro, todos nos necesitamos" dijo la
aceptación mientras abrazaba a Alba, haciéndole saber que era correcto
permitirse sentir, en medio de lágrimas, Alba por fin abrazó a la aceptación y
dejó de ver su casa como una casa revoltosa, dejó de ver cómo malos a sus
compañeros, aprendió a convivir con ellos y a escucharlos uno por uno al lado
de paciencia y comprensión, y entonces, Alba por fin pudo estar bien consigo
misma, con su cabeza, que es su casa.
martes, 13 de junio de 2023
La revoltosa casa de Alba de Karen Manuela Carvajal Carvajal
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