lunes, 12 de junio de 2023

La toma de Walter Lugo Ruiz Castañeda

Érase una vez, un día común y corriente, todas debíamos cumplir con nuestras labores como siempre. Hasta que, comenzamos a sentir un sonido y un olor que nos sacó de nuestra cotidianidad; nos pusimos alerta, nos miramos las unas a las otras, agudizamos nuestros sentidos para confirmar lo que se venía a continuación. Sin embargo, en un acto de sutil esperanza y nefasta confirmación, algunas salieron para corroborar que el momento había llegado.

Ante la certeza, nos dispusimos a llenar nuestros estómagos antes de huir, pues no teníamos certidumbre de cuándo ni dónde podríamos volver a hacerlo. Mientras estábamos en esta tarea, el sonido y olor se sentía cada vez más cercano; hasta que nos invadió el humo, todo fue muy confuso de ahí en adelante, no podíamos respirar ni ver bien, se sintieron unos crujidos como si todo nuestro mundo se estuviera partiendo en pedazos. Algunas salían huyendo, otras se aferraban a su hogar, otras abrazaban a los suyos. Todo parecía destruirse a nuestro alrededor, todo lo que habíamos construido y por lo que habíamos trabajado toda nuestra vida se desmoronaba. No entendíamos que pasaba, ni cuánto iba a durar o si simplemente era el fin.

No estamos seguras de cuánto duro esto, nos sentimos indefensas, vulneradas, usurpadas y sin esperanzas; hasta que, inexplicablemente, nuestro mundo parece que se volviera a reconstruir, pero no lo hacíamos nosotras, algo, que en un principio nos despojaba de todo lo nuestro y que no lográbamos identificar parecía que volvía a poner todo en su lugar; sin embargo, el humo continuaba y seguíamos con nuestros sentidos alterados. Pero, poco a poco, todo iba volviendo a su normalidad, incluso, habían zonas que requerían ser restauradas y estaban apareciendo reparadas, nos fuimos tranquilizando cada vez más y todo retornaba a la normalidad.

Al final, el sonido y el humo se fueron haciendo más tenues, nuestro mundo parecía reestablecido, e íbamos recuperando nuestros sentidos. Cuando todo se había tranquilizado, empezamos a hacer un balance de nuestro hogar. Nos dimos cuenta que las bodegas estaban vacías, que nos habían robado, que nos habían dejado a duras penas con lo necesario para sobrevivir, pero que nuestras reservas para tiempos difíciles habían desaparecido, que el fruto de toda una vida de trabajo se perdió.

¿Qué se puede esperar después de una experiencia como esta?

En nuestro caso, la respuesta fue volver a empezar, volver a retomar nuestro trabajo, ser resilientes e iniciar nuevamente a construir nuestra tranquilidad, nuestra dulce tranquilidad, nuestra miel.


1 comentario:

  1. Conmovedor relato, logré conectar con ese sentimiento de confusión y de angustia de esos seres que no lograba identificar, hacia el final todo hizo clic y cobró un sentido muy lindo.

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