lunes, 12 de junio de 2023

Psicosis fantasmagórica de Kevin Santiago Jiménez Luna

Adormecido en mi cama, sentía como las sábanas me abrazaban maternalmente, anoche había dormido temprano, y lastimosamente no pude conciliar el sueño, ya llevaba así un par de veces, tenía clase a las 7 a.m. la alarma estaba programada, mis ojos no se habían abierto aún, mi cuerpo yacía inerte, totalmente relajado, aunque mi reloj interno me estaba despertando, más aún sentía fervientes ganas de retomar el sueño, pero algo raro me ocurría, no podía volver a dormir, mi mente poco a poco recuperaba lucidez y mis sensaciones regresaban, sentía el dolor estomacal esperanzado por un desayuno, la sed, las ganas de orinar, las ligeras contracciones de mis músculos, podía sentir el flujo sanguíneo de mi mano izquierda recorriendo mi corazón, mis articulaciones no se movían, pero distinguía el tenue rozamiento de estas, sentía como mi propia respiración se volvía contra mí, era tranquila y al mismo tiempo soplaba como un frío viento estremecedor, los indecorosos movimientos de mis entrañas revoloteando al son del calor y la presión arterial, aquellas sensaciones me torturaban, y aun así anhelaba poder dormir un poco más. No me movía con la absurda intención de engañar a mi cuerpo, en cualquier caso, faltaba poco, no obstante, este me seguía bombardeando sin descanso con una sensación tras otra, y luego todas al unísono. Al rato mis oídos se destaparon y escuche levemente algunos sonidos citadinos, fue en aquel instante cuando pase de sentir todo, a no sentir nada, mi cuerpo estaba paralizado, todo a mi alrededor se hallaba oscuro y callado, tenía miedo, dure así si a lo mucho un minuto, parecía una eternidad, entonces de repente la tortura se acabó, ya no sentía nada, lo último que escuche fue la dichosa alarma, la cual fue silenciada, pero no por mí, sino por otro, ¿quién era?, le solicitaría ayuda, pero no podía hablar, entonces mis párpados se abrieron y me di cuenta de que algo macabro había pasado… yo, ya no era yo, ¿acaso observaría mi cuerpo moverse y vivir mi día por su cuenta?. Dude de mí mismo, ¡¿era yo un espíritu?! ¡¿Una idea?! ¿Un mal sueño quizás?, saberlo no cambiaría nada, mi único consuelo era que al menos aquel tendría que volver a dormir y tal vez y solo tal vez yo volvería a ser yo. Entonces luego de levantarse, contemple que aquel bajo de la alacena un frasco blanco, le sacudió el polvo, agarro dos píldoras mitad azul con blanco y se las tomó sin dudar, luego ocurrió el impacto fulminante de la conciencia, una inhalación fría y el roce de una cándida lágrima, inmediatamente todo se volvió a ennegrecer. Ahí finalmente comprendí todo, la verdad, mi verdad, su verdad, sabía que yo ya no volvería a existir, pues me había condenado a mí mismo a la peor muerte de todas… la del propio olvido.

 

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