martes, 13 de junio de 2023

TOC de Daniel Yepes Ocampo

TOC, TOC, TOC… sonó la puerta de mi cabeza. Eran mis miedos los que llamaban. No quería dejarlos pasar, pero eran tan seductoras y aterradoras sus palabras que no quise ignorarlos. <<¡Deja de pisar las rayas en el suelo!>> decía una. <<¿¡No abriste la puerta con la mano derecha!? ¡LA IZQUIERDA ES DE SATANÁS!>> decía otra. <<¡Compórtate! No querrás parecerte a esos muchachos que se burlaban de ti en las clases de fútbol del colegio ¡Y que ni se te ocurra volver a tocar un balón de esos!>> remataba la tercera. Abrí la puerta, y al parecer les di las llaves. Pronto me convertí en su obrero. Comencé a construirles una fortaleza roja como la sangre y llena de sombras donde estarían bien asegurados en mi cabeza. Comencé a actuar según sus palabras. Solo escuchaba: <<No hagas nada diferente, ni en lo más mínimo. Que tu vida sea una pulcra copia de lo que hiciste cuando eras BUENO, cuando te admiraban, cuando eras la estrella que los demás no se cansaban de ver. No volverás a dañar a nadie y nadie podrá dañarte de nuevo>>. No me veía más brillante, por el contrario, estaba más oscuro y entristecido. Mis miedos, intentado protegerme, solo me trajeron sufrimiento, dolor y un pase directo al calabozo en su fortaleza. Allí, derribado en el calabozo, conseguí por fin escuchar voces distintas. Era mi familia que me llamaba para dejar atrás ese cautiverio. Pronto llegaron los refuerzos: psicólogos, psiquiatras y personas expertas en derribar estos alcázares mentales. <<Puedo escapar>> pensé, pero pasaban las semanas y yo seguía allí. Era fascinante escuchar a estas nuevas voces hablar sobre la libertad que había allá afuera. Las risas, la tranquilidad, la valentía de arriesgarse, la paz… sonaba como una vida soñada. <<¿¡Pero por qué no estoy allá afuera!? ¿¡Por qué sigo en esta condenada fortaleza!?>>. No pude más. Caí de rodillas. Fue entonces que pude ver mi salvación. Mi familia y sus refuerzos habían llegado para ayudarme a liberar mi corazón del cuarto acorazado en el que lo había encerrado para no sufrir, y una vez libre comenzó a brillar y pude darme cuenta de que yo tuve las llaves en mi mano todo este tiempo. Ahora era momento de salir, de deconstruir esa sombría fortaleza que edifiqué y de enfrentarme a mis miedos, las voces en mi cabeza. Hubo dolor, pero también esperanza cuando me detuve frente a ellos. Mis miedos, mis verdugos, mis esclavistas, todos eran yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuentos participantes

El más sabio de todos - Sara Sofia Reyes Villamil La cara del mal - Daniela Alejandra Franco Arias El portal de los delirios - Samuel Bedoya...