Muy
temprano en la mañana ella recorría el camino pedregoso y arborizado que la
llevaba a su trabajo, rutina diaria que hacía durante una hora que duraba el
recorrido, siempre en un banco de aquel parque que atravesaba veía sentada
aquella anciana que alimentaba con lentitud y laboriosidad las aves, pensaba en
la tranquilidad que le producía verla allí sentada sin las premuras del tiempo,
del trabajo, de las responsabilidades en que incurría su vida cotidiana, así
pasaban los días y ella se decía, pronto estaré en una banca presumiendo la
tranquilidad que ahora no poseo, llegaba a su trabajo y los quehaceres se
volvían rutinarios y no dejaban tiempo las admirar las pequeñas cosas, al azul
del cielo, el canto de los pájaros o una simple canción de moda, era tanta la
asignación de tareas que la vida no le pasaba por la cabeza, se sentaba
trabajaba, solucionaba, memorizaba, cada día igual.
Un día la
anciana del parque la invito a sentarse, ella con temor se acercó, pensando que
llegaría tarde a su trabajo, sin embargo el sueño de ser como la anciana hizo
que la curiosidad la llevará a aquel banco, la conversación fue larga le conto
de su juventud, de lo que dejo a hacer o lo que hizo en muchas ocasiones, como su
vida estaba sola y vacía y las aves del parque eran su única compañía, ella le
pregunto que sería lo que la haría feliz, la anciana le contesto, volver y
vivir la única vida que tuve y no disfrute, ella observo la anciana luego miro
al horizonte y cuando volvió en si miro sus manos llenas de arrugas y alimentos
para aves, quedo allí sola sentada en aquel banco.
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