martes, 13 de junio de 2023

Cuentos participantes

El más sabio de todos - Sara Sofia Reyes Villamil













































































Mi voz de Lina Marcela Palacio Londoño

¿Por qué estás ahí y no te veo? por qué siempre me susurras al oído, te siento, te escucho, pero no te veo.

Cuando prestó atención a tus dulces y francas palabras, mi ser se llena de vitalidad y terminó haciendo lo impensable, siento que nada es más fuerte que yo, puedo con y ante todo, que simplemente me haces feliz.

Pero llega la duda, una y otra vez: ¿en verdad habitas en mí? o sólo eres parte de mi inconsciente dándome la orden de avanzar hacia aquello que desde mi consciencia y pudor temo hacer, que me prohíbo intentar y no sé cómo enfrentar. La confusión llega al no saber si mi realidad es tu realidad.

 ¿Por qué estás ahí y no te veo? No comprendo tus silencios, algunas veces me agobia escucharte, pero tu ausencia me ensordece y siento enloquecer. Cuando te ignoro vivo intranquila, y con dolor por sentir que me falto, que te falló y que te apartas de mí; por eso con desesperación te busco nuevamente hasta encontrarte, al principio con mucha cautela me hablas, pero luego perdonas mi actitud y poco a poco me acoges, me blindas, me contienes y me permites continuar con la vida.

 ¿Por qué estás ahí y no te veo? !Aparece! No sólo quiero escucharte, estoy harta de obedecerte y de añorarte: quiero verte, conocer tus colores, disfrutar tus matices y… ser a tu lado.

La oscuridad ante mi verdad de René Alejandro González Pasinga

Ecos en la caverna de las memorias se escuchan, desde los murmullos entre las rocas e inefables sonidos. En lunas atrás, los aullidos de los lobos iban acompañados de estruendosos tambores. En la visión matutina frente al espejo de mi silueta, el rocío de las mañanas yace en la continuidad de mis lágrimas y en ellas, la alegoría de tristezas y desaventuras; en el reflejo, de la a lado de mis hombros, el veneno esparcido de las sombras se materializa. A mi amiga Soledad le comentada de los rojizos pigmentos que mis albinos pétalos han tomado, ella dice que el ser humano erra al considerar una verdad absoluta ante una supuesta «realidad» y deber ser. Los torrentes se originan de la secuencia prolongada de la unión de gotas, y mi amigo Desasosiego bien que si sabe de eso; en uno de sus tantos consejos compartidos dice: «resulta una infamia en la idea del bienestar colectivo de una familia al no empatizar con cada integrante, el concepto de “unidad” se desborda por la idea del supuesto “bien” de quien la lidera; por tanto, solo haz de considerar un familiar aquel que tenga la suficiente osadía de conocerte en todo lo que te hace ser, pero ¡Ojo!, uno mismo no se puede considerar de tal forma, porque en la dualidad de ser, existe su enemigo y mejor amigo a la vez, ni uno gana ni sucumbe ante el otro, ambos son una unidad, huir de ella es imposible». En la actualidad, en esta cárcel de la existencia, sería más que un lujo, un milagro en parsimonia estar, cuando en los parques la hora dorada llega y Don crepúsculo a la par, diciendo que el verdadero arte está en ver más allá de los conceptos y teorías prestablecidas, donde el bien y el mal hacen del aquí y el ahora posible. Sin embargo, tras mi venta las estrellas hacen en la noche su espectáculo, cantando en coro y siendo los luceros los vocalistas principales. Todas sus letras están en un idioma que nunca se ha presenciado en la tierra y a la vez disfruto; especialmente porque los códigos de las sombras no resuenan durante el acto. El compás de mis latidos esta vinculado al ciclo lunar, porque en cada desenlace de este, la biología de mi cuerpo procede a una algarabía que retumba en toda su forma en un par de días. Lo que esta formación de células representa en la hostilidad del hombre, privo mis alegrías y el aroma a libertad. Una tal señora llama «Sororidad» que dice ser «bruja», habla del retorno de sus colegas en el futuro y como mi esencia es innata, un gran potencial. Consideraba era mera alevosía, pero ella era tangible a diferencia de mis amigos, parpadeé y era la oveja negra del conjunto de mis allegados genéticos, a quien en pasar de los minutos recocí como «Tía». Dijo que mis voces era la esencia pura de los sentimientos y emociones, además, que las sombras que me atormentan son el obstáculo por la negación y rechazo de la manifestación de quien soy en tomas mis formas.

Pronto la caverna será el centro de mis fiestas, ¿sabrán los ojos que navegan entre estas letras quién soy?

Volver a ser como antes de Valentina Gaviria Bedoya

Al despertar, escucho a una vecina llamada Soledad. Ella es conocida por muchos, pero no me gustaría admitirlo. Con Soledad pasa algo, cuando salgo de casa o regreso, ella también lo hace; supongo que ella estudia en la Universidad y trabaja en el mismo horario en el que yo lo hago.

En el trabajo tengo un grupo de compañeros algo detestables: Tristeza, Melancolía y Frustración. Los escucho hablar de mí todo el tiempo. Tristeza dice que debería de estar con mi familia, pero ellos viven a miles de km de distancia; Melancolía les cuenta la época en la que todo fluía en mi vida, donde reinaba la paz y la emoción por disfrutar de esta. Luego Frustración, con una actitud algo prepotente dice: “ella trata de ser independiente, ganar dinero para ayudar a su familia y mejorar su condición, pero tiene mucho en su mente; recién cumplió la mayoría de edad pero lleva con ese proceso desde los 16”.

El amigo no mencionado es Esperanza. En ocasiones él se va y me deja sola, bien sea en el horario de la U o el del trabajo. No entiendo por qué tiene esa forma de ser, parece ser más amigo de ese grupo de “compañeros detestables” que mío. Mi vida ha cambiado mucho estos últimos años, porque los amigos con los que solía estar eran Alegría, Emoción y Adrenalina.

Alegría estaba conmigo todos los días, me acompañaba al parque, en las tareas de mates, en las salidas con mis amigos, etc. Tengo bellos recuerdos con Alegría. Por otro lado está Emoción, es ese amigo que rara vez aparece, pero cuando lo hace es increíble. Él me recuerda el primer día de Universidad, la vez que me gradué del colegio, cuando recibí el certificado de admitida, cuando cumplía años... Definitivamente Emoción es todo lo que está bien.

Por último, Adrenalina me metía en muchos problemas, pero esos problemas los recuerdo con satisfacción. Cuando era pequeña, creía que estarían conmigo todo el tiempo; ahora me doy cuenta que no, por eso extraño verlos y sentirlos. Es como si al conocer a mis otros compañeros, ellos se sintieron excluidos. No quiero que piensen eso.

¿Estoy haciendo algo mal?, es la pregunta que me hago todos los días antes de dormir. Quisiera renunciar a todo por un día y volver a tener un momento con mis amigos de infancia Alegría, Emoción y Adrenalina. 

Diamante en bruto de Sergio Daniel Gómez Palacios

Solo se necesitó de un soplo de vida para que el gran omnipotente transformará rocas en una civilización, parece increíble pero es así como durante muchos años se vivió en el planeta Rolcán, un lugar muy lejano a nuestra galaxia, con abundantes nubes de polvo de estrellas que a veces generaban destellos, pues la atmosfera del planeta era densa y oscura, pero en su interior contenía un volcán del cual emergían pequeños ríos de lava que al fusionarse con los minerales aledaños permitían que brotasen diamantes. Cautivado por la belleza que estas piedras tenían y alimentado por el deseo de tenerlas a todas, el gran omnipotente, creo a sus habitantes. Los rolcanianos, nacían de la roca más lejana al volcán y su único propósito era recolectar los diamantes para llevárselos a su creador, fue así que el los diseño de una manera muy simple, su aspecto era brusco y a duras penas tenían la morfología para desplazarse; es así como se levantó un pueblo minero que tenía un solo propósito y a su vez, un único pensamiento, que se repetía una y otra vez dentro de sus cabezas, si es que algunos la tenían, solo escuchaban la voz del omnipotente que repetía una y otra vez el mismo conjunto de palabras: - ¡Pica, levanta ó recoge, él al diamante examina, y después de entregado, solo vuelve a la mina!. Durante siglos esta fue la rutina, pero un día; uno de los rolcanianos llevó ante su creador una roca que no brillaba, era opaca, simple y sin gracia, acto que desencadeno una furia incontenible. Así fue que, el gran omnipotente se dirigió hacia los ríos de lava y observó que ya no quedaba ninguna piedra en los alrededores, ensimismado en su frustración y al ver lo simple e inútil que ahora se había vuelto su creación, el gran omnipotente, se llenó de enojo, su sentimiento fue tan fuerte que iba lanzando, empujando y pateando a los rolcanianos hacia el río de lava, hasta que no quedo ninguno de ellos. Al día siguiente, al gran omnipotente lo despertaron varias voces, esta vez no era su misma voz tarareando el conjunto rutinario de palabras, eran voces de todos los tonos y timbres, él gran omnipotente sintió pánico, pero solo necesito abrir los ojos, para ver una gama de diamantes de colores que se movían y cantaban, eran los rolcanionos, era su creación la que ahora hacia brillar el planeta. Fue así que, el gran omnipotente decidió darle el soplo divino a las rocas que había almacenado durante años, para escuchar nuevas voces y ver nuevos colores, pues cada rolcaniano ahora tenía un brillo único y especial.

¿Qué somos? de David Mauricio Cadena Cardenas

Me encuentro desorientado, caminando sin destino, buscando en un reflejo lo que no vivimos, siento que aún soy, lo que no soñamos, lo que no aprendimos, cuando paso por los lugares donde compartimos, veo el último ánimo de la noche y el primer murmuro matutino, siento que soy el principio de todo lo que alguna vez pudo ser, pero, sobre todo soy la versión de mí que nunca quise haber sido.

Si por algún momento soy consiente de donde me encuentro, créeme que intento huir de mis sentidos y perseguir el deseo de estar contigo, pero, la crudeza de la razón me viene al oído, cuando tus palabras recuerdo en mis sentidos, porque los dos sabemos que no hay sentir sin sentido.

Me encuentro en mi agonía, sacando lo mejor de sí, para darle un objetivo, un duelo que tenga un doliente, uno diferente a mi mismo, porque si soy lo jamás vivido, espero tu seas lo que siempre me he debido.

La queja de Carlos Ándres Cardona Molina

Atento saludo

 No suelo quejarme, me parece un acto vergonzante y por lo demás, acredita ínfulas de arrogancia o impotencia según la queja.

Me dirijo, sin embargo, con todo respeto a ustedes, pues una voz casi acallada en mi cabeza me invita a expresar una inconformidad que me tiene a lo sumo, un poco afectado.

Mi reclamo es acerca del daño de la lámpara ubicada en el sector el mirador, carrera 33 número 13 – 3 A (Salto del cerro, vereda la hurtadilla). Este asunto reviste mucha urgencia, mi trabajo lo realizo en el espacio público, es decir en plena calle, en horas de la tarde y la noche.

Como decía me he visto por consiguiente altamente perjudicado debido a este lamentable hecho, tanto así que he tenido que cambiar todos mis hábitos y mi horario, obligándome a desarrollar mis labores muy en la madrugada, para aprovechar la luz del día, so pena de tener dificultades en mis labores. Ruego se sirvan solucionar el daño los más pronto posible.

Atentamente: Roberto Iglesias y Casas

Con c.c. 33.666.999

De profesión: Ladrón de oficio y de vez en cuando político y Cura

Pesadilla de Maryi Vanessa Vinasco Trejos

Hace mucho calor, puedo sentir el sol quemando mis mejillas, me tocó la cara y me arde, acabo de abrir los ojos, me duele la cabeza y no reconozco nada de dónde estoy, me encuentro en un cuarto con grandes ventanas, las cortinas están abiertas, las paredes están pintadas de rosa claro y tienen dibujos de árboles.

Parece que es medio día por la luz tan fuerte que entra, a mi lado hay una mesa que encima tiene varios papeles algo desordenados. Han pasado creo unos minutos desde que me desperté, he intento reconocer el lugar pero no puedo, estoy entrando en pánico, quiero llorar ¡Voy a salir de aquí!, Abro la puerta bajo unas escaleras y veo una casa común y corriente todo muy limpio, ninguna puerta con llave lo que indica que tal vez no he sido secuestrada ni nada por el estilo, se me vienen mil preguntas a la cabeza, ¿y si aquí vivo?,¿Cuál es mi nombre?, No puedo responder a ninguna de estas cuestiones. Intento buscar alguna pista y me regreso a la habitación en la que estaba a esculcar en los papeles de la mesa, ahí encuentro un ensayo que en la portada tiene el nombre Elena Vargas; no se me hace conocido, pero algo en mi mente me dice que el lugar para el que fue escrito “Universidad Nacional de Colombia” me puede traer respuestas.

He decidido seguir mi propio consejo he ir allí, aún no se bien como pero algo me dice que en el camino lo iré descubriendo, tocó mis bolsillos y encuentro 20 mil pesos, una tarjeta cívica eventual y unos chocolates, estaban muy ricos. Cuando salgo a la calle le pregunto a la primera persona que pasa como llegar a la universidad, es muy sencillo, me subí a un bus del metro hasta la estación suramericana y de ahí caminé unas 5 cuadras, parecía muy facial para ser algo que había olvidado.

Al llegar a la portería como si fuera algo milagroso o de película una chica se me acerca y me dice “hola El ¿Como estás? Nos tenías preocupados ayer te fuiste de clase sin decir nada y dejaste tu bolso, a ca te lo traigo, ¿Estás bien?”.

Abrí el bolso encontré un cartel de la universidad con mi nombre y foto. Entre inmediatamente y me dirigí a unas mesas que hay afuera de la biblioteca. Me senté un rato, en mi mente pasaban muchas cosas y una voz me dijo ¡Despierta!

Inevitable de Sofia Rodríguez Salazar

Desde cuando fui consciente de su existencia, me alejé de ella tanto como fuese posible. Al inicio me resultó fácil; por momentos me daba el lujo de olvidarla, pero con el tiempo la huida resultaba cada vez más desafiante y las circunstancias donde la sentía al acecho, se hicieron más reiterativas de lo que hubiera querido. Un día me encontré sentada a su lado, no sé cómo sucedió, pero me dio la oportunidad de ir conociéndola mejor ...comprobé que era cruel, fría y me irritaba la nitidez de mi reflejo en ella. Aun así, me sorprendí al ver que también me daba libertad, tranquilidad y hasta era buena maestra. Me enseñó el valor de la presencia y de la ausencia de las personas, así como la dimensión sin límites del amor de aquellos que con la frescura y suavidad de lo auténtico me lo han brindado sin pedir nada a cambio.

Ya no me inquieta tanto su presencia, pues comprendí que es necesario darle un espacio en nuestra vida. Hubiera querido dar más detalles de nuestro primer encuentro, pero ni siquiera logro descifrar, si conocí la soledad por elección o porque no tenía otra opción, como suceden muchos de los acontecimientos que rodean siempre la vida del ser humano.

Elecciones de Laura Andrea Machado Alzate

Tengo una enfermedad terminal. Desde entonces decidí escribir poesía, pero no es asunto mayor tal elección, la poesía me parece tan enferma como yo, ¿Usted qué piensa doctor?

Recuerdo cuando me hablaba de la posibilidad de extraer el tumor cerebral completamente mediante una cirugía, que el grado del tumor no era alto, que tenía el privilegio de acceder a un examen de imágenes por resonancia magnética. Es de su conocimiento que yo no tenía ninguna intención de frecuentar estos lugares, pero ya sabe usted que negarme a las exigencias de mi madre es tanto o más peligroso que una enfermedad de estas.

Lo único hasta ahora que usted ha podido hacer por mí, es retrasar el crecimiento del cáncer. Confieso que los verdaderos cuidados paliativos los he encontrado en el regazo de la poesía, en ella hallé la peor fortuna, que es salvaje y cruel al mismo tiempo, sutil como el aliento de las flores frescas en clima templado y minúscula como el vínculo entre el despiadado dolor que me asiste y el acto irrisorio de venir a sus controles.

Tengo una enfermedad terminal, que no termina conmigo. Asalta mi cuerpo todas las mañanas con un dolor punzante, a veces es una métrica, otras veces es toda una estrofa.

La revoltosa casa de Alba de Karen Manuela Carvajal Carvajal

Alba vive en una casa muy revoltosa, es una casa pequeñita y ruidosa, y es que Alba no vive sola, la acompañan la frustración, la soledad, la culpa, el miedo y la ansiedad. Todos los días la culpa entra en la habitación de Alba haciendo ruido, y la pobre que no había pegado un ojo en toda la noche no se salva, porque doña culpa le hala los pies para que le pueda rendir el día, o no habrá quien pueda con todas esas responsabilidades. Alba se para de la cama para entrar a la ducha, el agua caliente le cae sobre la cara pero no es capaz de cerrar los ojos porque el miedo se le pone detrás. Camina a la cocina después de vestirse, allí está la frustración quién la mira atenta, toma la canasta de huevos y rompe uno sobre la sartén, luego otro, que también sale bien y siente alivio, hasta que uno de ellos se cae y estrella contra el suelo haciendo un desastre, "¡Qué calamidad!" exclamó la frustración recordando que nada le sale bien últimamente, ni siquiera sirve para cocinar. Agotada, abandona la idea de desayunar y se va corriendo a su cuarto, en la cama está la soledad, esperándola con los brazos abiertos, Alba se acurruca, pero soledad le recuerda que nadie vendrá por ella, hasta que la ansiedad hace presencia y le pide que deje todo en sus manos. Alba suspira, sabiendo que ha llegado lo peor, sus compañeros gritan más fuerte, todos al unisonó, que está perdiendo el tiempo por no hacer nada, que es incapaz. Desde su interior siente como la amedrenta la tristeza, Alba grita con todas sus fuerzas hasta que se queda sin aire, patalea y chilla hasta que no le quedan lágrimas que llorar, ni enojo, ni miedos por los cuales gritar y entonces, un toque en la puerta de la casa la hace levantar la mirada. En la entrada asomaba la calma, detrás venía la tranquilidad y así más pensamientos positivos fueron mudándose a la casa. La aceptación llegó unos días después a visitar a Alba para preguntarle si podría quedarse a vivir en su casa pero esta algo molesta confesó que no todos los que debían irse se habían marchado, "No todos los malos pensamientos se irán, ni siempre tendremos nosotros los buenos el mando, pero tienes que aceptarnos a todos porque sin el uno no vivirá el otro, todos nos necesitamos" dijo la aceptación mientras abrazaba a Alba, haciéndole saber que era correcto permitirse sentir, en medio de lágrimas, Alba por fin abrazó a la aceptación y dejó de ver su casa como una casa revoltosa, dejó de ver cómo malos a sus compañeros, aprendió a convivir con ellos y a escucharlos uno por uno al lado de paciencia y comprensión, y entonces, Alba por fin pudo estar bien consigo misma, con su cabeza, que es su casa.  

Flor de papel de Milányela Arboleda Garro

Había una vez un monstruo que atormentaba a una chica, era quizás el primer cuento de hadas en el que la princesa no podía ser salvada, aquella niña que entre paredes fue criada por los párrafos de la Bella durmiente, la cual fue siempre su princesa favorita, se identificó tanto con ella que aquella somnolencia era la única forma de callar al monstruo o al menos así se intentó proteger esa doncella de las garras de esa bestia feroz.

Con los años se dio cuenta que estaba rodeada por esos mounstros a diestra y siniestra, esos monstruos eran silenciosos para los demás, así tal cual como para los demás ella era un mar en calma, un lugar seguro, pero ese silencio la atormentaba, la lastimaba, el monstruos en su cabeza era más peligroso que los de las calles, sí, más que esos que le hablan y la tocaban al azar con la mirada, esos que la analizaban y le desnudaban con los ojos, ¡esos!, esos no eran tan peligrosos porque el que estaban en su cabeza le aplaudía su soledad, su silencio y le otorgaba los métodos para autodestruirse, así que sí, en efecto, estaba rodeada.

Quería encontrar el punto en que el monstruo la invadió, no podía más, sus sonrisas, sus palabras y acciones surgían por inercia, vivía con una extraña en su mente. El amor de mi vida se perdió con los años –decía- las sonrisas que di y me sirvieron a los 16 se perdieron a mis 17, quizás en ese momento el monstruo tocó a su puerta y sin darse cuenta le dio paso a su morada.

No era normal que aquella niña con su juventud a flor de piel y sus ataques de energía se sintiera así, ella era inteligente, disciplinada, alegre y feliz, ¿qué había pasado?, la lejanía y los kilómetros entre sus yo crecía más y más con el tiempo, la persona que más extrañaba era sí misma y entre nueve letras y una tilde que conformaban su nombre se escondía quien verdaderamente era, así que para empezar decidió que debía hablarlo, sacar ese vestigio de su cabeza y encontrarse de nuevo con el amor de su vida, pero ¿con quién debía hablar?,

Entre sus lágrimas y pensamientos empezó a perderse en un camino sin vuelta atrás, hasta que un día el monstruo fue más ruidosos, más duro con ella, hasta que se encontró en la línea final y gritó, gritó de desesperación, de miedo, de angustia, por la tristeza que sintió durante años, del cansancio que sentía al despertar, gritó hasta quedarse sin voz y desplomarse en el suelo, solo hasta ese momento logró descubrir que su condena a 100 años de soledad había terminado, los años se habían ido junto a las notas de su voz y quizás, quizás por fin el Carpe Diem se apoderaría de su ser tal como lo hizo el higuerillo con el patio de su casa, justo ahí recordó el árbol de flor de papel que había camino a su casa cuando era niña, sintió unas amargas ganas de volver a su hogar, pero ya era muy tarde, el monstruo lo había logrado y tal como en el invierno, las flores de papel volaron junto al alma de aquella princesa.

 

 

Espejismo - Paula Andrea Fernández Castaño

Últimamente me he sentido muy confundida. No entiendo por qué mis suegros me dijeron que Javier murió en un accidente, si cada vez que llego a casa lo encuentro en la cama esperándome, y entonces yo me acuesto a su lado y él me acaricia el pelo con sus manos frías.


Con la matriz inversa de Daniel Vélez Vélez

Su pulso se acelera, y una gota de sudor le cae por la sien. La bulla no lo deja entender sus pensamientos, pero sigue intentando, con todas sus fuerzas, dar respuesta a aquella conjetura mental en la que se halla.

Al verlo absorto en sí mismo, sus amigos empiezan a hacer señas, aquellas señas que hacen los amigos cuando la vista se pierde, como si se estuviera mirando a otra dimensión. Y es que Pedro, durante ese momento, estaba en otro universo.

-          Pedro, ¡Pedro!, relájate, hermano, tomate otro trago. – Dijo su amigo Luis.

En ese instante parpadea y, al abrir los ojos, vuelve a ver a su amigo tras las coloridas luces intermitentes de la discoteca en la que se encontraban. Decide hacer caso omiso de lo que había ocurrido, y trata, como le animaban sus amigos, de contagiarse del ambiente.

Taquicardia, sudor frío, su cuerpo paralizado. Su cabeza repite “determine la dimensión del espacio nulo de la matriz…” Y él piensa, rebluja su mente en busca del procedimiento y su pierna empieza a rebotar contra el piso. No sabe de dónde viene esa presión de necesitar saberlo en el instante, pero su cuerpo está rígido, sus muslos tensos y su muñeca derecha casi inmóvil del dolor. La cara del profe se le viene a la mente; puede recordar verlo parado al frente, rayando sobre el tablero ceros y unos, uno sobre el otro, pero no puede recordar lo que necesita.

La luz intermitente de la discoteca se empieza a perpetuar, la humedad que su bebida traía a su boca había desaparecido, así que intenta encontrar el vaso en su mano, sin éxito. Aquel enigma que le había surgido, que insistía a su conciencia por una respuesta, empezó a flotar en el aire: cada letra se empezó a dibujar en el aire, organizándose lentamente una al lado de la otra para formar una oración, la oración que le atormentaba.

Intenta parpadear, ya con desespero, varias veces, para ver a su amigo Luis y que le saque de esa pesadilla. Pero al abrir los ojos, luego de frotárselos con los nudillos, se ve allí: treinta minutos en el reloj, ponderación del 30%, primera pregunta.

Re:pensamiento de Jhonatan Andrés Ramírez Castañeda

“El corazón se rompe y se rompe, pero para romperse es necesario ir a la oscuridad, no a la luz”. Créeme, yo estoy más confundido que tú. Huir de las palabras por tanto tiempo hace que no sepa por dónde empezar, creo que 20 años huyendo, o siendo más precisos, pasar los 5 últimos años evadiéndote a ti mismo no era el mejor escape que pude haber pensado, darme que cuenta que me he estado evitando a toda costa, que no he hecho las paces conmigo mismo a través del tiempo y que ahora estoy sufriendo las consecuencias de todo es una de las razones por las cuales intento buscarme para sanar. Dónde empieza uno a expresarse sin caer en lamentaciones y sin volverse victimista cuando tu perspectiva se volvió negativa durante muchos tiempo y crees que no puedes sacar lo mejor de ti expresándote, también creo que esto es una pérdida de tiempo, esto no me está ayudando en nada, simplemente me está hundiendo más en el vacío, y me hace pensar de quién son estos sentimientos, son míos o los estoy predisponiendo, siento que nada tiene sentido, que esto ni siquiera tiene estructura, es más, ni debería llamarse cuento porque no de dicho nada, solo estoy divagando, dando vueltas como un tonto a algunas ideas que tengo; no soy bueno expresándome y nunca lo he intentado, esta es la primera vez que trato de darle un orden a lo que pienso y mira, estoy fallando, pero llevo fallando mucho tiempo.

Ahora que estoy tratando de ponerme en orden siento que mi depresión es mucho más profunda de lo que pensaba, creía que solo era una tristeza que se manifestaba por momentos pero es algo que tiene mucho más de fondo, es un tipo de tristeza que no sabes que tienes porque siempre trataste de evadirla pero siempre sospechaba que algo estaba mal en ti; creo que los principales problemas que tengo es que no me sé comunicar bien, tengo ansiedad social, baja autoestima, un sentimientos de que todo lo que hago lo hago mal o en algún punto lo voy a hacer mal, me considero un mitómano que maquilla la verdad en cada momento para hacer ver su soledad como algo manejable y que no le preocupa mucho y que se justifica a sí mismo para continuar con una mentira, una persona egoísta, un indeciso y claramente alguien que no quiere sanar y se conformó con vivir roto porque es la única realidad que ha conocido y cuando ha tratado buscar una solución no ha hecho nada. Mi vida va por etapas, la verdad no sé cómo voy a estructurarlo, solo quiero expresar todo lo que siento en este momento; en este momento me siento vacío…

Piensa y miente

TOC de Daniel Yepes Ocampo

TOC, TOC, TOC… sonó la puerta de mi cabeza. Eran mis miedos los que llamaban. No quería dejarlos pasar, pero eran tan seductoras y aterradoras sus palabras que no quise ignorarlos. <<¡Deja de pisar las rayas en el suelo!>> decía una. <<¿¡No abriste la puerta con la mano derecha!? ¡LA IZQUIERDA ES DE SATANÁS!>> decía otra. <<¡Compórtate! No querrás parecerte a esos muchachos que se burlaban de ti en las clases de fútbol del colegio ¡Y que ni se te ocurra volver a tocar un balón de esos!>> remataba la tercera. Abrí la puerta, y al parecer les di las llaves. Pronto me convertí en su obrero. Comencé a construirles una fortaleza roja como la sangre y llena de sombras donde estarían bien asegurados en mi cabeza. Comencé a actuar según sus palabras. Solo escuchaba: <<No hagas nada diferente, ni en lo más mínimo. Que tu vida sea una pulcra copia de lo que hiciste cuando eras BUENO, cuando te admiraban, cuando eras la estrella que los demás no se cansaban de ver. No volverás a dañar a nadie y nadie podrá dañarte de nuevo>>. No me veía más brillante, por el contrario, estaba más oscuro y entristecido. Mis miedos, intentado protegerme, solo me trajeron sufrimiento, dolor y un pase directo al calabozo en su fortaleza. Allí, derribado en el calabozo, conseguí por fin escuchar voces distintas. Era mi familia que me llamaba para dejar atrás ese cautiverio. Pronto llegaron los refuerzos: psicólogos, psiquiatras y personas expertas en derribar estos alcázares mentales. <<Puedo escapar>> pensé, pero pasaban las semanas y yo seguía allí. Era fascinante escuchar a estas nuevas voces hablar sobre la libertad que había allá afuera. Las risas, la tranquilidad, la valentía de arriesgarse, la paz… sonaba como una vida soñada. <<¿¡Pero por qué no estoy allá afuera!? ¿¡Por qué sigo en esta condenada fortaleza!?>>. No pude más. Caí de rodillas. Fue entonces que pude ver mi salvación. Mi familia y sus refuerzos habían llegado para ayudarme a liberar mi corazón del cuarto acorazado en el que lo había encerrado para no sufrir, y una vez libre comenzó a brillar y pude darme cuenta de que yo tuve las llaves en mi mano todo este tiempo. Ahora era momento de salir, de deconstruir esa sombría fortaleza que edifiqué y de enfrentarme a mis miedos, las voces en mi cabeza. Hubo dolor, pero también esperanza cuando me detuve frente a ellos. Mis miedos, mis verdugos, mis esclavistas, todos eran yo.

Obsesión de Diego Armando Yepes Sánchez

28 de marzo de 2016.

Llevaba años deseando escribir esta novela. Me llenaba de excusas para no hacerlo: tengo que acabar la carrera, tengo que trabajar, tengo otras responsabilidades. Pero hoy por fin puedo comenzar a escribir. O, eso pensaba.

Aún es temprano, pero la biblioteca está llena (me vine para la Piloto, esperando encontrar inspiración, qué tonta decisión). Tanto ruido y tanto estúpido no me permite concentrarme. Subo al segundo piso, organizo el pc y abro Word. Pongo el título en negrita: Ella es quien soñó la libertad. Aunque solo tengo el título, estoy seguro del éxito de mi novela. Lo tiene todo para ser un bestseller.

Desde mi silla puedo ver el primer piso, allá está ella. ¡Hijueputa!, qué hermosa. ¿Cómo se llamará? ¿Tendrá novio? ¿Cuántos años tendrá? ¿Unos 20?

Han pasado 3 meses. Llevo 31.500 palabras escritas, pero ninguna es de mi novela. Todos los días la veo allá abajo, organizando libros, con su pelo rojizo y… Dios, que hermosa es. No tengo oportunidad. Sube. ¿Me va a hablar? No, sigue derecho. Es la primera vez que la tengo tan cerca. ¿Tiene piercings en las tetas? ¿Eso es un liguero de cuero? Sus ojos, su pelo, sus labios. Esa espalda… me encanta su espalda.

8 meses escribiendo. Hace rato escribí lo presupuestado inicialmente: más de 80.000 palabras, todas dedicadas a ella. A Camila; así se llama. Lo supe gracias al guardia. Ahora vengo todos los días y finjo escribir. Mi novela ya no tiene ningún sentido. Me paro, voy de aquí para allá, buscándola. Buscando respirar el mismo aire que ella, buscando tocar su cuerpo con mi mirada. ¿Dónde comprará la ropa? Se viste bellísimo.

Hice una lista de 20 formas para invitar a alguien a tomar un café. Ninguna me gusta. Soy ridículo. Ya voy para un año en estas, cómo si un man tan feo como yo pudiera lograr algo con una nena tan hermosa como ella.

Dios aquí está Hernán, tu hijo, apiádate de mí.   

Hoy se ha quedado ojeando un libro de Bukowski. Se lo ha echado al bolsillo de la bata. ¿Lo está pidiendo prestado? Ya veo. Sí, esa es la forma. Voy a acercármele, le voy a decir que también me gusta Bukowski y la invito a un café. Perfecto, ¿no?

— Veo que te gusta Bukowski —respira Hernán, respira—, a mí también. «También en primavera mueren los cisnes…».

— ¡Detesto a Bukowski! —expresión de asco y rabia en su rostro—, lo presto para mi novia. Mantiene muy ocupada y no puede venir ella misma por él.

— Ah… entiendo. Disculpe el malentendido.

***

12 de julio de 2023.

Reciba un cordial saludo,

Nos alegra comunicarle que su poema A la mierda con Bukowski ha sido seleccionado para ser parte del número 44 de nuestra revista.

Cordialmente,

Revista La mala hora

***

No dejo de pensar en ella. Jamás podré olvidarla. ¡Camila, Camila, Camila!...

 

  

Limpios de pecado - Gaia Camila García Martínez

Se recomienda escuchar: “Qué dirá el santo padre” de Soledad Bravo

Vengo de una familia con tradición, Virginia, mi nombre, proviene de la virginidad, la pureza, lo limpio y lo intocable, cualidades que se esperaban de mi desde el nacimiento, como María concibiendo su hijo. Tengo una hija, María Paloma, de cabello castaño y unos rulos que la adornan hasta la cintura, es hija del padre Judas, el párroco de la iglesia de los mil dolores, aunque para el mundo, es hija de mi difunto esposo el cónyuge elegido por mi madre en mi adolescencia, un hombre al que nunca pude amar. Paloma es un milagro, o eso me dijeron, fruto de una devoción insertada por mi madre.  En el pasado, desde los doce años hasta los diecisiete interpreté la imagen de María en las procesiones del pueblo, el padre Judas me preparaba para el evento meses antes, debía saber permanecer quieta por horas, con rostro afligido con una o dos lágrimas ocasionales, ya saben, para que el publico sintiera “el dolor de la virgen”. Judas fue mi acercamiento a Dios, el perdón de mis pecados, el agua de mi bautismo. Mi religión fue Judas, detrás de él Dios, o eso me hizo creer, a veces el diablo se esconde bajo sacras vestiduras y habla con bonitas palabras.

Hoy María Paloma interpretará a María, mi madre insistió en verla en el papel como cuando yo era una niña; Judas la prepara hace un mes bajo mi atenta mirada, al inicio la pobre lloraba, eso me recordó mis tiempos de estatua, debía permanecer tres horas inmóvil, como muerta, como si fuera una de esas insípidas figuras de yeso, pero ella fue capaz de simular lo inmóvil, como yo lo fui.

Me preparo desde las seis de la tarde, a las siete ya estoy caminando tras la caravana que carga a mi hija, son seis hombres vestidos de hábito con la cabeza baja y la cara hundida en la pena del momento.

Caminé durante tres horas, a las diez recién pude entrar a la sala que da detrás del salón de la eucaristía, tenía una sorpresa preparada, abrí todas las hornillas de la estufa, rocié el sofá con un poco de gasolina y esperé atenta la presencia de Judas. Llegó y tomó asiento en el comedor que se encuentra cerca al sofá, no se percató del fuerte olor a gas, al parecer sus alergias le impedían sentir el futuro.

Hace unos días me había comentado que deseaba limpiar los pecados de mi hija, tal cual como lo había echo conmigo en su momento, no me separé de ella desde ese instante. Hoy le concedo a él el nacimiento en fuego bendito, con llamas de mi ira, para quemar el sacrilegio de sus actos y para limpiarme de su pecado, esperé a que girara su cabeza y se dignara a mirarme, en ese momento encendí la candela…

Limpios.

Fin.

La carta de Juan David de la rosa Varilla

Antes que Emily naciera su padre ya había muerto, pero aun así hablaba con él en sus sueños. Para ella, su padre era su superhéroe favorito. Cuando Emily tenía 8 años, la mamá la castigó. Le dijo que lo que había hecho estaba mal y por eso no podía salir a jugar.

Ella alentada por sus amigos de la escuela, desobedeció la orden de su madre y salió a jugar con ellos, no sin antes dejarle una carta en el mostrador. Cuando salió con sus amigos, llegaron al parque y comenzaron a jugar su juego favorito.

Hace mucho no habían podido jugar puesto que Emily todo el tiempo se la pasaba castigada. Entre risas y carcajadas se divirtieron mucho, nunca hubo tanta alegría expresada en los ojos de Emily como en esa ocasión, aunque esta solo fuese efímera.

La madre al enterarse que su hija no estaba en casa y que la había desobedecido, la buscó por todas partes sin éxito. Mientras esto sucedía, ella observó la carta escrita que posaba sobre el mostrador; la tomó en sus manos y la abrió para ver su contenido. La carta decía:

Hoy en la escuela, un compañerito habló mal de mi papito y yo le clavé el lápiz en el estómago, por eso me llevaron a dirección, espero que me entiendas…

Con un gran sentimiento de melancolía y entre lágrimas, la madre cerró la carta lentamente.

 

Abril de 2023

Autor: Juan D. De la rosa

 

Por el invierno de la flor de Sara Pulgarín Rúa

Era primavera y los días de felicidad se acercaban, esos días anhelados en nuestra montaña, todas las criaturas ya sentían los cálidos cultivos retoñando, sin embargo, Sol, no se sentía así, la nostalgia le estaba ganado y todos los recuerdos con sus seres amados hacían que la primavera que se acercaba solo le causara abrumación; los sonidos, los olores y sobre todo los lugares hacían que en su cuerpo y mente empezara el invierno y que muy en el fondo quisiera dormir sin fecha para despertar.

Todos se preguntaban que le pasaba a Sol, siempre había sido vivazmente feliz, pero su luz se atenuaba cada vez más. Pasaba más tiempo mirando el portal del charco, el que todos sabían que era prohibido pasar, el peligro que suscitaba creó un temor legendario en décadas; sin embargo, Sol siempre iba a ese lugar a escondidas, la única persona que se daba cuenta de la presencia de Sol, era un anciano que decían que era brujo, él había sido exiliado de su pueblo natal, a diferencia del resto de criaturas, Sol se acercaba a él e intercambiaban palabras

-          Buenos días, señor misterioso - decía Sol

-          Buenos días, Sol - respondía el viejo - Tenga mucho cuidado aquí, nadie me cree, pero, según la intención de quien esté, puede hacer maravillas o desastres

-           Sí señor, tendré cuidado - respondía Sol, en todas las ocasiones

Cada vez que el anciano decía eso, Sol observaba que llevaba consigo trozos de madera intrigantes, además no lo veía regresar cuando llevaba la madera consigo, esto la ponía muy pensativa en el camino. Cada vez que volvía a casa, volvía el invierno y su cuerpo se retorcía cada vez más, probablemente era el camino y los recuerdos, que hacían que su voz y sus pasos se hicieran más silenciosos.

En el momento cuando los yarumos y los barrenqueros eran su única compañía y no estaba en ninguna parte, Sol era feliz, estaba en su propia primavera, con sus pensamientos desordenados pero confortantes.

En ocasiones podía hacer de su habitación el lugar detrás del portal del charco y los rayos del sol iluminaban sus ojos y sonrisa; sin embargo, volvía a la realidad y su imaginación ocasionalmente no la dejaba reconocer que era real y que no. Un día en sus viajes reflexivos, pensó que el aciano llevaba la madera para hacer una balsa y pasar por el portar. Ella también lo iba a hacer, tenía intenciones, y podría pasar pidiéndole al agua, devolverle a su persona favorita por unos momentos, para escuchar su voz y darle un abrazo.

Emprendió marcha e hizo su balsa, cuando llego el día el aciano no estaba y Sol estaba decidida, y por primera vez en mucho tiempo las demás criaturas veían una sonrisa completamente genuina en ella. Entró al portal del charco, pero en su euforia y esperanza, más deseos llegaron, la desconcertaron y la intención fue tergiversada por ella misma, por la confusión y el olvido, a la felicidad que algún día empezó a faltar.

Nunca se volvió a hablar de Sol, pero en el charco empezó a crecer una flor

Se busca de Sebastian Barrientos Patiño

Si me preguntaras qué hago en mi día a día, muy seguramente no sabría explicártelo, porque aparte de mi búsqueda frustrada de trabajo, me encuentro en una constante huida. No sé si escapo de las voces ensordecedoras, de las miradas juzgadoras o del sinsabor de la vida. Nada me resulta amable, la realidad es bastante abrumadora y yo no estoy para vacilaciones.

En medio de la turbiedad, debo reconocer que lo único que me mantiene agudo es la compañía de Lisa; esa mujer de sonrisa perfecta circunda mi existencia de sol a sol, sin desdenes, sin pretextos, sin condiciones. Ella se ha convertido en mi lugar de paz, quien escucha mis quejas y mis reclamos a la nada, mientras acaricia mi cabello ya menguante. Todo hombre añejo sabrá a lo que me refiero, y es que la firmeza dura hasta ese contacto piel a piel. Así me sucede, así es como me envuelvo.

Y sí, mi vida suena a la de cualquier colombiano adulto quien, en su desespero y su desesperanza, halla excusas para alejarse de lo que le “respira en la nuca”. Sin embargo, mis excusas con sabor a señora desaparecieron ayer en la tarde; no sé si Lisa huyó como huyo yo, no sé si se perdió por las calles de mi Barichara, no sé si encontró a un extra. Juro que la tenía en mi pecho antes de dormir, y me parece absurdo que ya no esté conmigo, aun cuando sabe que es lo único que me queda en la vida. El vacío que ahora tengo en el cuerpo se asemeja al de quien se lanza de un avión sin paracaídas, cuya luz se atenúa bajo ningún retorno. Me hundo, me pierdo.

Yo correría a buscarla si tan solo no estuviera en este cuarto bañado de un blanco atosigante y el imbécil de mirada fija me soltara las amarras.

Lisa es el amor de mi vida, pero mi médico alega que es solo una amiga imaginaria.

Otro día sin ella de Sebastián Palomeque Quintero

Las letras con las que escribo no son mías, pertenecen si acaso a mi amada Lucila. Recuerdo de sobremanera sus gestos al resolver crucigramas por la tarde y la mirada que ponía cuando fumaba sola; la pienso todos los días sentado en la misma banca del Parque San Ignacio y mientras camino por aquellas avenidas que solíamos recorrer los domingos después de misa.

Hay días en los que no quiero salir a la calle sino quedarme en la casa escuchando tangos y escribiendo, porque últimamente no disfruto la lectura. Hoy es uno de esos, está lloviendo afuera y el perro duerme a mis pies mientras la pienso y me tomo el brandy que me trajo Gregorio de España. Daría lo que fuera por volver a verla en esos cañaduzales de Sevilla, en el Valle del Cauca, riendo pícara como era ella.

A veces, viene a mi cuarto cuando estoy triste y me sostiene mientras lloro, otras, cuando estoy feliz y nos partimos de la risa, esos son mis momentos favoritos. Siempre dice las palabras que necesito oír, y menciona que la vida es mucho más valiosa que la muerte, aunque esté acompañada de situaciones absurdas como las locuras ocasionales de mi padre o el libertinaje adolescente en el que cayeron todos en mi casa. Últimamente no viene, será eso por lo que la estoy pensando tanto, o será el hecho de que no tengo a nadie más.

A Gregorio no lo veo desde que discutimos porque no la olvidaba, no le permití que me dijera que ella no va a regresar. Ojalá hablemos pronto, es el único amigo que tengo. A ratos pienso que si fuera tan amigo mío ya hubiera vuelto, pero igual le quiero, igual te quiero, Grego, aunque seas tan peleonero.

Ese octubre en el que murió el cielo estaba triste y yo también, pasaron muchos años antes de que la volviera a ver, así fuera en sombras, o siendo un producto de mi imaginación como lo mencionó Gregorio esa noche. A veces siento que la muerte me la ha quitado dos veces, y siento ganas de morir para poder buscarla en ese mundo, pero entonces recuerdo que la vida es mucho más valiosa.

 

 

 

 

Foránea vida de Daniela Newball Carranza

Son las 5:40, suena la alarma y quiero 15 minutos más. No voy a llevar almuerzo, no me apetece cocinar. Tengo pereza y no estoy de buen humor. Vivo a 20 minutos de la universidad, pero el bus tarda el doble en llegar y salgo a las 7 de la mañana, a esa hora, se demora más.

Me termino de alistar y prefiero el metro. Más lleno, pero menos atrasado. En el trayecto, observo el paisaje de concreto. Con suerte se pueden divisar zonas verdes, pero hoy todo es gris como el cemento, incluyendo las nubes, que empiezan a llorar. Llegan a mi mente los recuerdos de la isla, el mar azul como un espejo del cielo, la brisa que te pega en la cara, el olor a playa y el desayuno de mamá. Pero hoy, lejos de mi hogar, tan solo percibo el aire húmedo al salir de la estación y el humo de los carros. La nostalgia se apodera poco a poco de mí.

Llego siendo invisible, sin tratar con nadie y sin hablar de nada.

Mientras la clase avanza, pienso y pienso. En todo menos en economía. Pienso en mí y en otros, en el futuro, la vida y en el almuerzo que no traje. Pienso, también, en cómo sería tener una vida amarilla.

He descubierto que varío con el clima. Cuando hay sol, sé que, tal vez, será un buen día. Me dan ganas de salir y hacer todo lo que me plazca. Excepto eso. En un día como ese no pienso en eso. En un día como ese, soy feliz.

Pero no siempre sale el sol. Hay días en los que las nubes grises lo esconden, así como ocultan mi alegría. Una emoción efímera, como yo. En un día como este, la escucho, retumbando en mi mente como una moneda al caer. Hoy sí pienso en eso.

“Ser o no ser”. Estar o ya no.


lunes, 12 de junio de 2023

Juan García - Stiven Arrubla Silva

Desde Alejandría,

donde creció de chiquillo,

llegó a la Unal un buen día,

nuestro amigo el "Lokillo".


Su nombre era Juan García,

joven apasionado y brillante,

un noble soñador andante,

alegre y de alma triunfante.


Un día, en clase de siete,

con su mente muy distante,

sucedió algo sorprendente,

que lo dejó muy pensante.


Y es que Juancito, atontado,

escuchó un dulce llamado,

que de lejos le llegaba,

y por su presencia clamaba.


¡Juaaaaan!


Escuchó suavemente,

él, tembloroso, asustado,

con su corazón exaltado,

sintió el sudor en la frente.


¿Acaso eres tú, mente,

tratándome de engañar?

Pues esta melodía sonante

no dejo yo de escuchar.


Oyendo la melodía,

que todo su ser invadía,

notó que la voz que la emanaba,

por el cuarenta y dos sonaba.


¡Juaaaaan!


Más fuerte se oyó el cantar,

y el Lokillo, ya ausente,

de una empezó a divagar.


Ya estaba soñando,

compartir momentos,

desde ir por ahí caminando,

hasta enfrentar tormentos.


¡Ah! Qué alegría,

todo su ser recorría,

pues ya no comería solo,

ni usaría ChatGPT como un lolo.


Ya no más trabajos individuales,

ni más soledad,

desde entonces,

tendría una amistad.


Una duda le pesaba,

rápidamente llegaba,

pues el Lokillo pensaba

sobre qué estudiaba su amada.


¿Sería acaso de humanas,

locas y atractivas?

O quizás de agronomía,

con sus vacas y esencias primitivas.


Conforme el tiempo pasaba,

el sonido lo embaucaba,

y Juancito no sospechaba

que ya con su mente arrastraba.


De repente, oyó de nuevo llamar,

más fuerte y clamante,

y esta vez sin dudar:


¡Juaaaaan!


Se escuchó sin temblar,

y él decidió que no iba a esperar.


Saltó de su silla

y salió corriendo,

el profe Mancilla,

se le quedó viendo.


No le importó el parcial,

ni las miradas curiosas;

solo quería encontrar,

de una vez a su musa.


Bajó las escaleras,

saltando y sudando,

frente al venteadero,

terminó jadeando.


A su chica buscaba

por todas partes,

pero no la encontraba,

ni siquiera en artes.


De repente, a lo lejos,

volvió a escuchar,

la voz de su amada,

de nuevo cantar:


¡Juaaaaan!


Como un sonido celestial,

él corrió rápido, obstinado,

tras aquel sonido amado,

como si fuera un animal.


Y mientras buscaba,

por detrás del doce,

encontró lo que ansiaba,

y le daría tanto goce:


Una pequeña figura,

en medio del prado,

¿Sería esa su chica,

la que lo había llamado?


Se acercó cauteloso,

tratando de no asustar,

pero pronto se dio cuenta,

que algo no iba a encajar.


Ahí fue cuando entonces

la figura se giró,

revelando algo

que a Juan descolocó:


No era de humanas,

ni de agronomía,

tampoco de sistemas,

¡ay, qué ironía!


Era una pequeña cabra,

de ojos saltones,

que lo miraba curiosa,

sin reparos ni intenciones.


"¡Meeeaah!", baló,

con voz familiar,

y así él comprendió,

que todo era un enredo singular.


No era una chica,

sino una cabra quien lo llamó,

un sueño de primíparo,

que la soledad provocó.


Aunque desilusionado,

no evitó sonreír,

pues una amiga peculiar,

acababa de descubrir.


Así fue como Juan,

con su nueva compañera,

enfrentó la universidad,

sin barreras ni fronteras.


Aunque no era la chica

que había soñado,

logró una amistad,

que lo dejó encantado.

Cuentos participantes

El más sabio de todos - Sara Sofia Reyes Villamil La cara del mal - Daniela Alejandra Franco Arias El portal de los delirios - Samuel Bedoya...